Porque el mundo es bonito, hasta vomitar.

10 diciembre 2006

Just a cup of coffee

La casualidad las hizo coincidir, pero fue algo más lo que las llevó a hablar de él.

Ahí estaban, en una de las cafeterías mas chic de la ciudad, tomando “algo” sin tomarlo, una simple excusa para estar. Un café que en realidad era a la vez un escudo y un mazo para romper el hielo.

Siempre habían sabido de la existencia una de la otra, pero nunca se habían encontrado. Conocían perfectamente el perfume y el color del carmín preferido de la otra. Marta sabía distinguir el número de teléfono de Sonia en una larga lista, y Sonia había llegado incluso a intuir en que días tenía el periodo Marta. Todo eso, y seguramente cosa mas macabras, sin haberse visto jamás en persona.

El encuentro fue inesperado, abrupto, casi hostil. La incomodidad las había llevado sin saber como, a sentarse una delante de la otra, cada una protegida por su humeante taza de café.

La charla pretendió ser cortés, casi ortopédica. Los movimientos de una y otra eran pausados y calculados como los de un faquir. Pero las complicaciones, el dolor y la soledad que una misma persona les había hecho sentir las unían quisieran o no.

Marta estaba dolida, hacía dos meses que él remoloneaba con sus obligaciones de padre y ex marido. Sonia llevaba unos meses asustada, algo en el ambiente le decía había otra como en su tiempo lo fue ella, y miraba a Marta imaginándose en su lugar.

El camarero las sacó de su silencio preguntando si se les ofrecía algo más, y Marta contestó secamente.

- Un Glen Grant sin hielo por favor.-

- Lo mismo, gracias- Dijo Sonia sin saber de que se trataba.

Marta acarició su vaso, y se perdió en los tonos dorados de la copa. Miraba a Sonia, y no podía evitar recordar como era todo hace unos años. Sonia la miraba con una mezcla de temor y respeto. Sabía lo mal que lo había pasado, o mas bien lo suponía, y temía descubrirse un día en su lugar.

A esa ronda le siguió otra. Apenas hablaban, pero una sensación magnética las hacía seguir ahí sentadas una enfrente de la otra.

-¿Sabes?- dijo Marta rompiendo el tenso silencio. -Me gustaría saber que pensaría la prensa si supieran lo mal que huelen sus pedos- y soltó una carcajada nerviosa. No había hablado ella, lo había hecho el whisky

Pero dejó de reírse al ver que Sonia la miraba seria.

-¿Pedos? Jamás se ha tirado uno estando conmigo- Dijo respondiendo accionada por un resorte, y acto seguido calló, casi preguntándose si hablaban de la misma persona.

Ambas se violentaron. Un comentario absurdo y burlesco, intentando humanizar al hombre que sin quererlo las había llevado a esa situación tan desagradable, se había convertido en una sensación mutua, que parodiaba el escatológico acto al que hacía referencia.

Marta se levantó y se fue dejando la cuenta por pagar, -es igual- pensó – de todos modos paga él-.

Entre lagrimas nerviosas pensó que el muy hijo puta se comportaba con aquella furcia treinta añera, mientras que con ella siempre había sido un simio.

Mientras que Sonia, sentada en silencio delante de su copa de whisky, pensaba que él no sentía con ella la confianza suficiente como para mostrarse tal como era.


Que curioso es el valor que podemos dar a las cosas…

6 comentarios:

Anónimo dijo...

éstas ya no son tan "pequeñas cosas" como un inocente envoltorio de caramelo pero aún así no dejan de tener su valor...todos tenemos a un primitivo, a un monstruito, a un felino o a un romántico dentro....otra cosa es ver cuál de ellos consigue sacarte la gente...
Por qué leches tiene que sufrir el dolor quien no lo ha causado?? Es muy injusto...

Candela dijo...

Muy bueno Denke! da mucho que pensar...

Anónimo dijo...

quien a hierro mata...
a hierro muere...

estherisland dijo...

suggerent...m'agrada...

Anónimo dijo...

vaya
gracias!

me lo inspiro una pareja q tomaba algo en el boulevard rosa...

Anónimo dijo...

Con la amante uno nunca se tira un pedo.
Debería hacerse un estudio sobre ello, la verdad.
Y es que la confianza, a veces, da asco.