Porque el mundo es bonito, hasta vomitar.

28 junio 2010

Una de zombis...

Domingo.

10 AM. Llego a mi casa hecho unos zorros. El mundo es una nebulosa que se mueve ante mis ojos.
Preparo café, aún no se como. Da igual, tampoco soy capaz de decir si me gusta o no. Algunas partes de mi cerebro parecen estar desconectadas. Mi hermano pequeño me recuerda que TENGO que llevarlo a su partido de fútbol (aaaargh!).
Creo que en mi deambular por la cocina como algo, no estoy seguro. Puede que una ducha me despeje…

10:30 AM. No, la ducha no me despeja. Mientras me seco y me visto frente al espejo, descubro con horror mi mirada perdida, la boca entreabierta, unas ojeras impúdicas, la tez blanquecina, y de mi garganta, solo salen sonidos guturales indescifrables… ¡Me he convertido en un zombi!


10:45 AM. Subo al coche. Mi hermano (11) me mira con una mezcla de desconfianza y aprensión. Parece preguntarse ¿De mayor seré así? Le gruño y deja de mirarme.

11:00 AM. Llegamos al campo de fútbol. Mi hermano se pierde en los vestuarios, y yo me quedo en las gradas. Hace sol, demasiado. Oculto mi mirada tras unas gafas de sol, y me dirijo al Bar. Un café por favor (tampoco me sabe a nada). Cuando voy a pagar, algo llama terriblemente mi atención. Es un olor delicioso y tentador, que parece salir de la cabeza de la camarera me hipnotiza. En mi descerebrado estado, no puedo resistir la tentación, y meto mi dedo índice en la oreja de la sorprendida chica. Acto seguido lo chupo (no sabe a nada).
Acto seguido la camarera me de da un guantazo (no siento dolor).
Acto seguido salto la barra, le rompo el cuello y sorbo su cerebro (¡esto si sabe a algo!). Textura ligera, con aroma a coche nuevo. Puedo notar trazas de éxtasis y alcohol. Regusto a libros de Stephenie Meyer, que apenas le dan consistencia.

11:15 AM. De vuelta a las gradas. Las manchas de sangre en mi cara y camisa me dan un aire flamenco de lo más llamativo. La gente me mira extrañada, pero no hace preguntas (hoy doy gracias por la actitud reservada y distante de los catalanes). Parece que alguien comenta que hay barra libre en el Bar.

11:20 AM. Empieza el partido. Yo quiero que se acabe ya, el sol me molesta terriblemente. Los padres y tutores de los niños empiezan su ritual de insultos al árbitro, descalificación de los jugadores (niños) del equipo rival, y cante por saetas, all in one.

11:50 AM. Medio tiempo. Se que he estado mirando al campo, pero no he prestado atención al resultado. Para mí son 22 cerebros corriendo tras un balón (eso si, se nota que estudian la ESO). Desde el pitido inicial, en las gradas apenas huele a cerebro.
Un padre (o tutor) se acerca a mí para preguntarme cual de los niños que juegan es el mío. Miro fijamente su frente
-¿Usted tiene estudios?- Le pregunto. 

Extrañado, me responde que estudió filología checa. Me sirve. Lo reduzco entre las gradas, y sorbo su cerebro. Consistencia universitaria, con trazas de cannabis revenido, y en la retronasal pueden notarse un par de libros atravesados… mmm… típico de la cosecha del 64.

12:00 PM? AM?. Empieza la segunda parte.

12:10 PM. Menudo peñazo.

12:30. Se oyen gritos, alguien ha encontrado al filólogo. Acaba el partido el partido, los niños se van al vestuario. Me acerco al árbitro, su cerebro huele “como fresco”.
-¿De que trabaja?- Inquiero sin introducción alguna. 

-Soy árbitro y periodista- Responde sorprendido. 

-¿Sección de política?- Pregunto con cara de asco. 

-No, deportes- Me contesta. 

Perfecto. Lo noqueo, lo arrastro a la entrada de los vestuarios y me deleito con su cerebro. Ligero, algo superficial y ahumado. Pero con un toque chisposo. Creo que ha leído menos de lo que cree y más de lo que debería… Pero me gusta.

12:50 PM. Mi hermano sale de los vestuarios (¡al fin!). Me pregunta por el revuelo de ambulancias.
-La gente… que es muy descerebrada- Respondo mientras lo meto a empujones en el coche.

13:05 PM. Mi caaaaaaama…

14 junio 2010

Basta

Todos recordamos algún momento en la vida en el que no supimos decir basta, hasta aquí hemos llegado. Me planto.
Una indigestión, remordimientos, alguna que otra discusión e incluso algún disgusto, han derivado del hecho de no saber reconocer cuando es suficiente.
Normalmente, con el tiempo y alguna magulladura, las personas vamos aprendiendo a parar cuando toca. 
De pequeños aprendemos, con cierto calor en la mejilla, cuando ha llegado el momento de dejar de insistir a nuestros padres que nos compren algo. Es doloroso, pero necesario… Lo mismo pasa con el helado o los caramelos. Un empacho nos enseña a decir “ya he comido suficiente”. ¿Que decir del alcohol y las drogas? Una mala noche, un peor despertar, y poco a poco vamos aprendiendo a decir “hasta aquí” (a pesar de ciertas noches de enajenación transitoria, lideradas por el clásico “Yo voy bien”).

Ensayo y error, la fórmula mágica de siempre. Pero hay personas, que por una u otra razón, no han aprendido a parar, a decir basta, a pelear contra ese “yo” interno que nos pide más.
Es entonces, amigos míos, cuando se perpetran despedidas de solter@ con disfraces de torero, conejita de Playboy, libros de Jorge Bucay, entrevistas a Maria de la Pau Janer, las portadas de los periódicos deportivos, los edificios de Calatrava, y cosas como esta:


En fin… por suerte hasta de lo malo, se pueden sacar cosas buenas.

03 junio 2010

De canas, arrugas y la juventud

Llevo un par de semanas diciéndome a mi mismo: “voy a escribir sobre esto”, o “esto merece un post”. Pero enseguida me doy cuenta de que en la mayoría de los casos se trata de politiqueos, politiquillos, o barbaridades diplomáticas (gran eufemismo israelí).  Pero he decidido autocensurar esos impulsos, e intentare no escribir sobre política (no prometo nada).

El tema de hoy es harto (o jarto) más importante, inquietante y crucial. Como todo Blogger cercano a la treintena (esto solo lo dice la gente que tiene estrictamente más de 28 años) y que conserva una vivaracha mata de pelambrera en su cabeza, he descubierto que tengo canas. Para ser exactos, el censo a día de hoy, es de tres canas. Por razones que no se explicar, he decidido ponerles nombres nórdicos, Hans, Harald, y Bjorn.

Lo malo de encontrarte canas, es que el descubrimiento viene seguido de una sesión de autodescubrimiento personal. Te miras al espejo, giras la cabeza un poco a cada lado, para descubrir que tan visibles son o dejan de ser las mencionadas canas. 
 

Poco a poco bajas y observas tu frente. Evalúas como progresan las entradas, y ves con cierto alivio que la cosa no es tan grave. No recordabas tener todas esas “líneas de expresión” en la frente, tal vez por que tu foto de Facebook es de cuando tenías unos tersos 24 años, o simplemente por que posas poco ante el espejo. Patas de gallo, bolsas en los ojos y... coñe ¿¡¿eso es papada?!? Ufff… no. Thanks God. 
 
Y tras todo esto te miras, intentas ponerte cara de buena gente, y piensas: Casi 30, aprendiendo a ser soltero y ¿justo ahora me doy cuenta de todas las rayas y bultos que tengo en la cara? 
 
En fin, ser joven no tiene ningún merito, ¿no?