Tamarindo Vargas, conocido en su barrio como “El Chino Vargas”, hizo un descubrimiento increíble (si es que los descubrimientos se “hacen”).
Todo empezó una mañana. Como cada día, Tamarindo se había levantado temprano, un aseo rápido pero eficiente, un batido de papaya, y el ritual diario de enfundarse su uniforme de cajero del Lidl. Todo parecía normal, pero un gesto tan insulso como el de atarse los cordones, con lazo sencillo, no doble como le había enseñado su padre, la hizo aparecer.
Era una señora, viejuna, arrugada y vestida a la usanza de los años 80. Americana arremangada, hombreras, pelo crepado, y calentadores. Una suerte de mezcla entre Cindy Lauper, la protagonista de Flashdance y Chavela Vargas.
Lo miraba con aire cansado, agachando la cabeza y negando, mientras emitía un leve chasquido con su boca ñytz, ñytz…
Era la imagen de su pasado, preguntándose que había ido mal para que aquél chico hubiese olvidado algo tan básico e importante como hacerse un doble lazo al atarse los cordones.
Días después, un mediodía rebozado de estrés, apareció la segunda de ellas. El “Chino” hacía cola en un McDonald’s (si es que las colas se hacen). Bajo el paraguas que proporcionan las excusas de las prisas y los cambios de planes, se disponía a atacar a un indefenso Big Mac, con un coro de patatas deluxe gritando despavoridas. Ella lucía unos leggins negros (que le iban holgados), una camiseta larga, y un cinturón tachonado. Era la imagen de su presente.
La anciana aparto sus Ray Ban de pasta negras, y mirándolo con sus ojos vidriosos, repitió el chasquido de desaprobación. Ñytz, ñytz…
¿Acaso no se daba cuenta ese desaprensivo, que la comida basura le subía el colesterol, amén de generarle unas orondas lorzas en la cintura?
No tardó mucho en conocer a la tercera anciana. Fue una noche de borrachera, a una de esas horas en las que ya no pasa nada bueno. Él seguía insistiendo en cortejar a una turista alemana no lo suficientemente borracha. En esas estaba, cuando la tercera anciana, la imagen de su futuro, le dio unas palmaditas en el hombro para llamar su atención.
Vestía como una mezcla de las dos anteriores. ¿Acaso nunca saldríamos de esas modas? ¿La moda se reduce a la mezcla infinita de hombreras, gafas de pasta, crepados, y medias tupidas?
La anciana se le acercó, le arreó un pescozón y repitió el ya conocido chasquido. Ñytz, ñytz…
Mira chavalito, le dijo, a las otras dos, ya les has jodido el momento, ni se te ocurra jodérmelo a mí. No vas a conocer a la mujer de tu vida persiguiendo turistas a las cinco de la mañana.
Fue así como descubrió que constantemente, lo observaban las tres ancianas, su pasado, presente y futuro. Y por qué negarlo, también se dio cuenta que dolía más estropearse el futuro que el presente…
Porque el mundo es bonito, hasta vomitar.
24 noviembre 2009
18 noviembre 2009
Peligros
En la vida diaria, todos nos enfrentamos a muchos y variados peligros.
Desde el matutino peligro de pisar algo con el pie descalzo al salir de la cama, al del ridiculizado (pero siempre presente) resbalón en la bañera. Que se lo pregunten a al buena de Carmina Ordoñez…
Desayunando, la tostadita de las narices se queda atascada en la tostadora. Seamos sinceros, ¿quién no intenta sacarla con el cuchillo? Incluso podemos atragantarnos con el buenazo e inofensivo vaso de colacao.
No hace falta hablar de los peligros de la calle, todos hemos tenido una madre/padre/abuela, que nos los ha recitado con aire cataclísmico cuando éramos pequeños. ¡No cruces sin mirar! ¡No hables con extraños! ¡Vente directo a casa! ¡Cuidado con las drogas! Y una larga retahíla de cosas, que ironías de la vida, nos dedicamos a intentar transgredir con “veintimuchos” los sábados por la noche.
Está el peligro de que nos despidan, de suspender (eso algunos), de olvidar algo, de que te pille una canción de Enrique Iglesias en la radio, de que se acabe el flan en el menú y tengas que comerte un triste yogurt (los yogures fuera de casa, son lastimeros, un postre low class), el peligro de que te pille un testigo de jehová y no se te ocurra ninguna excusa divertida para no poder quedarte a hablar con él, ese recóndito peligro de que hagas una broma y todos se te queden mirando sin entender nada, el humillante riesgo de que se te escape una ventosidad en el ascensor, el miedo que nos infunde el riesgo de que les toque la lotería a nuestros compañeros de trabajo y a nosotros no.
Hay infinidad de ellos, pero ante la mayoría de ellos podemos actuar, intervenir, defendernos, prevenir, evitarlos…
Por eso el peor de todos los peligros, es aquél que no puedes prevenir, el que no puedes medir, o evitar. Por que es el peligro de todo en general, y de nada en concreto. El que une la indefensión que sientes al elegir un melón, con el riesgo de una sesión de ruleta rusa.
El peor peligro de todos, lo he vivido esta mañana en la obra…
Desde el matutino peligro de pisar algo con el pie descalzo al salir de la cama, al del ridiculizado (pero siempre presente) resbalón en la bañera. Que se lo pregunten a al buena de Carmina Ordoñez…
Desayunando, la tostadita de las narices se queda atascada en la tostadora. Seamos sinceros, ¿quién no intenta sacarla con el cuchillo? Incluso podemos atragantarnos con el buenazo e inofensivo vaso de colacao.
No hace falta hablar de los peligros de la calle, todos hemos tenido una madre/padre/abuela, que nos los ha recitado con aire cataclísmico cuando éramos pequeños. ¡No cruces sin mirar! ¡No hables con extraños! ¡Vente directo a casa! ¡Cuidado con las drogas! Y una larga retahíla de cosas, que ironías de la vida, nos dedicamos a intentar transgredir con “veintimuchos” los sábados por la noche.
Está el peligro de que nos despidan, de suspender (eso algunos), de olvidar algo, de que te pille una canción de Enrique Iglesias en la radio, de que se acabe el flan en el menú y tengas que comerte un triste yogurt (los yogures fuera de casa, son lastimeros, un postre low class), el peligro de que te pille un testigo de jehová y no se te ocurra ninguna excusa divertida para no poder quedarte a hablar con él, ese recóndito peligro de que hagas una broma y todos se te queden mirando sin entender nada, el humillante riesgo de que se te escape una ventosidad en el ascensor, el miedo que nos infunde el riesgo de que les toque la lotería a nuestros compañeros de trabajo y a nosotros no.
Hay infinidad de ellos, pero ante la mayoría de ellos podemos actuar, intervenir, defendernos, prevenir, evitarlos…
Por eso el peor de todos los peligros, es aquél que no puedes prevenir, el que no puedes medir, o evitar. Por que es el peligro de todo en general, y de nada en concreto. El que une la indefensión que sientes al elegir un melón, con el riesgo de una sesión de ruleta rusa.
El peor peligro de todos, lo he vivido esta mañana en la obra…
11 noviembre 2009
Formando Dodos
Hoy, mi desayuno se ha visto alterado por una noticia de esas que los periódicos llaman “curiosa”. Según El Periodico:
Os hago un resumen:
El viernes tendrá lugar en Navalmoral de la Mata (Cáceres) el segundo taller de la campaña El placer está en tus manos, una idea de la Junta de Extremadura para fomentar la educación afectiva sexual entre jóvenes de 13 a 17 años. En el taller se enseña «la autoexploración sexual» y «el autodescubrimiento de nuestro placer». Entre los controvertidos contenidos del taller se encuentra un capítulo de «anatomía y fisiología sexual femenina y masculina, placer, autoerotismo, caricias, masturbación y juguetería erótica».
Según la directora general del Consejo de la Juventud de Extremadura, la iniciativa facilita herramientas «para desmontar estereotipos e informar de una manera objetiva y clara», y pretende «abordar las discriminaciones de género que se dan en el ámbito de la sexualidad». En el taller, según describe la propia junta, se favorece «la participación e implicación de los y las participantes, siempre de una manera lúdica y formativa». De momento, los jóvenes que participaron en Mérida no han explicado qué aprendieron.
Si había una cosa que pensaba que no hacía falta era enseñar a los adolescentes a masturbarse. Y mucho menos gastarse pasta en eso. La pregunta que me hago es (obviamente) ¿hace falta enseñarles a masturbarse?
En caso negativo, me hago otra pregunta ¿Nos gastamos dineritos públicos en cosas que no hacen falta? Evidentemente si. Cambiar el nombre de la agencia nacional de meteorología, el sueldo de Bibiana Aído, los súper presupuestos para financiar campañas políticas, y un largo y aburrido etcétera.
En caso afirmativo. Si, hace falta enseñar a los adolescentes a mast... Es que lo escribo y me da una penica…
Si realmente hace falta enseñarles a jugar con sus cositas, ya tenemos certificado por escrito, que estamos ante la generación más tonta y anti-evolutiva de la historia. Es la primera y única que va a tener ese trato. Vienen a ser los Dodos de la adolescencia histórica.
Pero lo que me hace más gracia, es la gente que ha montado esto. Si crees que necesitan estos cursos, quiere decir que necesitan que se les enseñen muchas otras cosas antes (y con mas urgencia), por que están atontados, en la parra, y algo definido como “autoexploración” la tiene que hacer con un monitor, en un taller, y a poder ser con una guía en pdf.
Y otra cosa os diré… tal y como van los “jóvenes de 13 a 17, me da a mí que el “taller de educación en exploración sexual” se lo podrían dar ellos a la directora general, con los 15 euros que cuesta un botellón.
Os hago un resumen:
El viernes tendrá lugar en Navalmoral de la Mata (Cáceres) el segundo taller de la campaña El placer está en tus manos, una idea de la Junta de Extremadura para fomentar la educación afectiva sexual entre jóvenes de 13 a 17 años. En el taller se enseña «la autoexploración sexual» y «el autodescubrimiento de nuestro placer». Entre los controvertidos contenidos del taller se encuentra un capítulo de «anatomía y fisiología sexual femenina y masculina, placer, autoerotismo, caricias, masturbación y juguetería erótica».
Según la directora general del Consejo de la Juventud de Extremadura, la iniciativa facilita herramientas «para desmontar estereotipos e informar de una manera objetiva y clara», y pretende «abordar las discriminaciones de género que se dan en el ámbito de la sexualidad». En el taller, según describe la propia junta, se favorece «la participación e implicación de los y las participantes, siempre de una manera lúdica y formativa». De momento, los jóvenes que participaron en Mérida no han explicado qué aprendieron.
Si había una cosa que pensaba que no hacía falta era enseñar a los adolescentes a masturbarse. Y mucho menos gastarse pasta en eso. La pregunta que me hago es (obviamente) ¿hace falta enseñarles a masturbarse?
En caso negativo, me hago otra pregunta ¿Nos gastamos dineritos públicos en cosas que no hacen falta? Evidentemente si. Cambiar el nombre de la agencia nacional de meteorología, el sueldo de Bibiana Aído, los súper presupuestos para financiar campañas políticas, y un largo y aburrido etcétera.
En caso afirmativo. Si, hace falta enseñar a los adolescentes a mast... Es que lo escribo y me da una penica…
Si realmente hace falta enseñarles a jugar con sus cositas, ya tenemos certificado por escrito, que estamos ante la generación más tonta y anti-evolutiva de la historia. Es la primera y única que va a tener ese trato. Vienen a ser los Dodos de la adolescencia histórica.
Pero lo que me hace más gracia, es la gente que ha montado esto. Si crees que necesitan estos cursos, quiere decir que necesitan que se les enseñen muchas otras cosas antes (y con mas urgencia), por que están atontados, en la parra, y algo definido como “autoexploración” la tiene que hacer con un monitor, en un taller, y a poder ser con una guía en pdf.
Y otra cosa os diré… tal y como van los “jóvenes de 13 a 17, me da a mí que el “taller de educación en exploración sexual” se lo podrían dar ellos a la directora general, con los 15 euros que cuesta un botellón.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)