Llevo un tiempo dándome cuenta que la política actual se encarga poco a poco de ir resquebrajando mis ideales.
Cosas de la educación de la edad, o a razón de tener algo de moral, me he considerado siempre de izquierdas, laico, y del Barça. Ojo, ser de izquierdas (en mi caso) no implica no ser crítico, o un fundamentalista de un partido. Y de eso quiero hablar. Por ejemplo, el gobierno español actual, me hace sentir vergüenza ajena de sentirme de izquierdas.
A mi parecer nos gobierna gente poco (o nada) preparada (Pepiño Blanco, ministro de FOMENTO, tiene “estudios de derecho”, la carrera no, estudios), que gobierna a golpe de encuesta o portada de periódico, y que blande (no alza) banderas que no respeta (Leire Pajín, con 3 sueldos, canta la Internacional con el puño en alto. La internacional, para quien no lo sepa, dice lindezas como “acabar con el imperio burgués”).
Dicho esto, y sin que sirva de precedente, tengo que decir que estoy de acuerdo con Pilar Rahola.
Cuando uno abre el periódico y lee que el Consell Escolar de Catalunya ha decidido (tomando unas copas imagino) que hay que cambiar el nombre a las vacaciones escolares. Semana Santa, y Navidad, deben llamarse vacaciones de primavera y de invierno respectivamente.
Claro, no vaya a ser que una sociedad cool, progre y políticamente correcta, imponga nombres católicos. Suerte que tras mil años de cultura, llegan los amiguetes del Consell para remediar estas costumbres carcas y capantes.
Hay crisis, la enseñanza está hecha unos zorros, y la prioridad es tener vacaciones con nombres profilácticos…
Pero ya puestos a redefinir las festividades, y remozarlas con una pátina de licismo, y pijoprogresismo aséptico, ¿Por qué quedarnos en Semana Santa y Navidad?
Sant Jordi.
Propongo llamarlo día de la rosa. De paso hacer una revisión de la obra. En la nueva versión, Sant Jordi (ahora conocido como Jordi a secas), lo que hace es rescatar al dragón, llevándolo a un centro de integración de animales exóticos. Evidentemente, ya no salva a la dama, por que ella es autosuficiente y actualmente trabaja en el Institut de la Dona.
La feria de Santa Llúcia.
Pasará a llamarse feria de la decoración invernal. Se montarán puestos, en los que se venderán lucecitas, y muebles de IKEA de segunda mano.
El dia de Reyes.
Se actualizará y se llamará día del Jefe de estado y Capitán General de los Ejércitos.
San Juan.
Podría llamarse día de los petardos.
Y así un sinfín de cambios. Que serán de gran utilidad a la sociedad, y que costarán poco a las arcas públicas, en comparación a las ventajas que aportarán a nuestras vidas.
Cosas de la educación de la edad, o a razón de tener algo de moral, me he considerado siempre de izquierdas, laico, y del Barça. Ojo, ser de izquierdas (en mi caso) no implica no ser crítico, o un fundamentalista de un partido. Y de eso quiero hablar. Por ejemplo, el gobierno español actual, me hace sentir vergüenza ajena de sentirme de izquierdas.
A mi parecer nos gobierna gente poco (o nada) preparada (Pepiño Blanco, ministro de FOMENTO, tiene “estudios de derecho”, la carrera no, estudios), que gobierna a golpe de encuesta o portada de periódico, y que blande (no alza) banderas que no respeta (Leire Pajín, con 3 sueldos, canta la Internacional con el puño en alto. La internacional, para quien no lo sepa, dice lindezas como “acabar con el imperio burgués”).
Dicho esto, y sin que sirva de precedente, tengo que decir que estoy de acuerdo con Pilar Rahola.
Cuando uno abre el periódico y lee que el Consell Escolar de Catalunya ha decidido (tomando unas copas imagino) que hay que cambiar el nombre a las vacaciones escolares. Semana Santa, y Navidad, deben llamarse vacaciones de primavera y de invierno respectivamente.
Claro, no vaya a ser que una sociedad cool, progre y políticamente correcta, imponga nombres católicos. Suerte que tras mil años de cultura, llegan los amiguetes del Consell para remediar estas costumbres carcas y capantes.
Hay crisis, la enseñanza está hecha unos zorros, y la prioridad es tener vacaciones con nombres profilácticos…
Pero ya puestos a redefinir las festividades, y remozarlas con una pátina de licismo, y pijoprogresismo aséptico, ¿Por qué quedarnos en Semana Santa y Navidad?
Sant Jordi.
Propongo llamarlo día de la rosa. De paso hacer una revisión de la obra. En la nueva versión, Sant Jordi (ahora conocido como Jordi a secas), lo que hace es rescatar al dragón, llevándolo a un centro de integración de animales exóticos. Evidentemente, ya no salva a la dama, por que ella es autosuficiente y actualmente trabaja en el Institut de la Dona.
La feria de Santa Llúcia.
Pasará a llamarse feria de la decoración invernal. Se montarán puestos, en los que se venderán lucecitas, y muebles de IKEA de segunda mano.
El dia de Reyes.
Se actualizará y se llamará día del Jefe de estado y Capitán General de los Ejércitos.
San Juan.
Podría llamarse día de los petardos.
Y así un sinfín de cambios. Que serán de gran utilidad a la sociedad, y que costarán poco a las arcas públicas, en comparación a las ventajas que aportarán a nuestras vidas.