La noche arrancó emocionante, llegábamos una hora tarde a currar. La culpa era a partes iguales del tráfico de Barcelona, y de la poca emoción que nos daba el asunto. Lo admito, no soy fan de los Maiden. Pero también admito que puestos a ir a trabajar a un concierto de un grupo del que no soy fan, me hacia gracia la idea de ver a uno de esos grupos clásicos.
Así que aparecimos por la puerta 5 del St. Jordi una hora tarde, y sin cara de arrepentimiento, que para algo somos unos irresponsables profesionales.
Nos miraron mal, con esa cara que ponen las madres cuando los niños se portan mal y hay visitas en casa; “Te pegaba una leche… pero sería peor el remedio que la enfermedad”.
Nos dieron nuestras camisetas negras de “servicios especiales”, y nos castigaron poniéndonos en los lugares más insulsos que les quedaban.
-A ver, uno. Tu. Te quedas en esta puerta, y vigilas que no pase nadie que vaya sin gafete.-
¿Es a mí? Y acto seguido pensé que aquel hombre mayor, y con unos bíceps del tamaño de mi cabeza, debía redefinir en su mente el concepto de “puerta”. Ya que señalaba un pasillo con una valla de esas de las obras cruzada en medio.
Estaba justo en el lateral del escenario, a unos 5 metros del escenario, -bueno, estaré tranquilo y los veré de cerca-, pensé.
A los 5 minutos estaba harto. Por ahí no pasaba nadie, menudo coñazo. Al rato empezó a pasar gente, y yo con cara de tipo maloso los miraba como diciendo, “por que llevas gafete, que si no…” y los dejaba pasar. Evidentemente en el backstage todo cristo lleva como mínimo un gafete que viene a decir “soy guay” o “estoy ocupado”. Pero de repente, vi a dos tíos sin gafete que se dirigían decididamente hacia “mi” puerta. Les di el alto, y con mi preparada voz de tipo duro les dije:
-Perdona, sin gafete no se puede pasar- (os juro que solo me faltaban las Ray ban)
Uno de ellos saca del bolsillo una cartera y me dice –Policia- y me enseña la placa a la vez que yo me derrumbo. ¿Por qué me tienen que pasar estas cosas a mi? Soy una persona tranquila, y para una vez que vacilo un poco, pam, tiene que ser policia.
Evidentemente los dejo pasar, y me juro que a partir de ese momento va a pasar quien quiera por esa puerta.
No pasa mucho rato antes de que venga uno de los jefecillos y me mande a la otra punta del estadio. Se ve que la gente se dedica a tapar el cañón de luz principal.
-Ve y no les dejes taparlo, pero con calma, con educación- jefecillo dixit.
Por favor ¿no sabes con quien estas hablando? Tengo un master en psicología de borrachos.
Disfruto como un enano pasando por todos los controles de seguridad con un saludo cómplice, y miradas de; “hey colega, somos del mismo gremio”
Llego al cañón. Lo dirige un tal Gary, un inglés que esta hecho un armario, pero bajito. Vendría a ser una cómoda..?
Puedo entender su inglés tanto como el slang español de cualquier preso común de can Brians.
Por suerte aún es temprano, y la gente está tranquila. Me sorprende ver a bastantes niños, y parejitas sentadas comiendo el bocata. La cosa parece tranquila, advierto a la gente de las filas superiores sobre la luz, y me dedico a ver el ambiente, hasta que de repente una mano aparece en la luz, me giro, y veo a un zumbado abrazado al cañón, haciendo “cuernos” en la luz. Mi amigo Gary ni se inmuta, le pega un puñetazo en plena nariz y sigue a lo suyo. Yo agarro a mi nuevo amigo por la chupa, lo saco de detrás de la valla y lo tumbo en el suelo. En seguida dos seguratas se lo llevan a la enfermería. Gary me sonríe, yo flipo…
Tengo una vista inmejorable del concierto de los Maiden, Gary lleva el cañón del cantante (¿Dickinson?) y no nos tapa nadie. La verdad es que la cosa es bastante flojilla, hasta que a medio concierto tocan fear of the dark y la cosa se anima. Todo el público levanta las manos, y una marea de cuernos saluda a Iron Maiden. Empiezan a encenderse los primeros mecheros, y contrastan con la luz de los centenares de pantallas azules de los móviles. Cuando la canción acaba, las 18000 personas corean “oles”. Veo que sacan a Eddie, y me doy cuenta de que el concierto de verdad empieza ahí. Así que decido largarme. Nadie sabe quien da las órdenes, por que hay mucho mando intermedio, así que abandono a Gary y voy al backstage. Me acerco a uno de los jefecillos y le digo que me han mandado al escenario. -OK, ponte ahí-, y me señala el frente del escenario, entre la primera fila y el grupo. Me coloco en mi sitio, y veo a mi hermano y a un par de amigos unos metros más al centro. La gente enloquece por segundos. Ahora si, estoy en el meollo.
La masa de gente, levanta los brazos una vez más, señalando con sus cuernos al techo del palau, y yo imagino aquello como una divertida manifestación de croissants. Al poco tiempo empieza la diversión de verdad, aplastamientos en los que hay que arrancar literalmente a la gente de entre las vallas, lipotimias, golpes de calor, dar de beber y remojar el cogote a los que lo pedían, y detener muy a mi pesar a los que intentaban subir al escenario.
En los pocos momentos de calma pienso en los fans de maiden que conozco y en que matarían por estar a medio metro de ellos, lo hago para paliar un poco el asquito que me da que cuando los del grupo se acercan al borde, me caiga su sudor encima.
Acaba el concierto, hacen un único bis, y no salen a saludar… mal… a los dos minutos el jefe nos dice que el grupo quiere a todo el mundo fuera. No saldrán a hablar ni con los VIP’s. Disfruto riéndome de sus pases especiales de todos colores, diciéndoles que los artistas no quieren ver a nadie; -No, ni a ti-. Que gusto…
Los fans de primera fila se vienen a despedir de nosotros, nos dan las gracias por el agua, y cuidarles la ropa, que majos…
Me voy contento. El final del concierto ha sido emocionante, y la experiencia ha valido la pena. Cuando me doy cuenta, estoy canturreando:
fear of the dark…
dum dum…
fear of the dark…
(solo me falta levantar el puño en alto y señalar al cielo con mis dedos meñique e indice para dibujar un... croissant)