Porque el mundo es bonito, hasta vomitar.

23 octubre 2007

En el lado oscuro

No se como he llegado al punto en que me encuentro.Siempre había recelado de la gente en mi situación. Pobres de espíritu, de mente blanda y voluntad volátil, unos “pimpines”. Vándalos sin más.
Pero ahora que estoy dentro, lo veo todo diferente. Se empieza por necesidad y, por cabreo. Como bien sabemos la generación de los 80’s: (…) la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento (…) y de ahí al lado oscuro, hay dos paradas de metro.
Ahí estoy yo, en pleno lado oscuro.Es todo tan simple, como que un día te mangan la antena del coche. El civismo y las escuelas de pago pueden ayudar a que no te lances a robar una antena, pero el primer día en que te encuentras en medio de un atasco sin radio, empieza a crecer en ti el odio hacia el mamón o mamona que te mangó la susodicha antena, y juras que jamás volverás a estar en esa situación ¡No sin pelear!

Y así, una noche, con nocturnidad alevosía y ventaja, atracas el primer coche aparcado con una antena compatible con el tuyo. En ese momento has vendido tu alma al diablo. Ya nunca serás el mismo, has entrado a formar parte de los concursantes de la:
“Liga freestyling de manguis de antena”
No se trata de una liga unificada, hay una liga por cada modelo de antena. En realidad solo falta una única antena por modelo de coche en todo el país. Cada liga la funda uno de los miembros de la “Federación de antenas multipropiedad”, robando una única antena de cada modelo, y ahí empieza el baile…
Si no tienes la antena, quiere decir que eres el pringado de turno, y por tanto te toca salir a la calle a agenciarte una. ¡Ni se te ocurra comprarla! Si lo haces, automáticamente te será robada para que siga la competición. Puede que no lo sepas, pero se lleva un conteo con el que pasa menos días sin antena.
No dejes pasar el tiempo.

15 octubre 2007

Reconocimiento

Hoy, mientras llegaba alegremente tarde al trabajo, he leído la placa de un monumento (horroroso) por el que paso cada día.

La ciudad al agente inmobiliario
Rezaba como si nada la placa.
He pasado mil veces (o mas) por esa rotonda, y no me había parado a averiguar que o quién era el causante de aquella masa metálica tan fea.
Solo he podido recordar otro monumento a una profesión en la ciudad. A los sastres.
En efecto, mi ciudad considera que dos de sus figuras mas relevantes son los sastres y los agentes inmobiliarios. Con razón no nos dan una universidad...

Sin desmerecer a nadie, pero ¡imaginad un mundo dominado por los sastres y los agentes inmobiliarios! Aquello del “my Taylor is rich” tomaría nuevas dimensiones.
Que se haga un monumento a los agentes inmobiliarios antes que al cuerpo de bomberos, los profesores o las bailarinas de striptease, me parece de mal gusto.

He seguido un par de calles murmurando por lo bajini pestes sobre el alcalde y el resto de simios de la alcaldía. Pero luego me he dado cuenta de que no era tan grave. Al fin y al cabo, gente supuestamente mas respetable y, seguro que mejor formada, como el jurado de los premios Nóbel, han otorgado el Nóbel de la Paz (siempre con mayúsculas) a Al Gore.



Que si, que parece muy majo, ha hecho un documental sobre el calentamiento global (pelín tendencioso hay que decir), usa el Linux, y ha dado unas charlas (digamos que “poco baratas”) pidiendo que se reduzcan las emisiones de O2 y tal... pero yo aún no veo la relación del calentamiento global con la Paz.
Si queréis que os diga la verdad, si se va a dar en base a documentales, que se lo den a Michael Moore, que también hace docus tendenciosos pero aboga por que la gente no vaya con armas por la calle, que queréis que os diga...

02 octubre 2007

Mayflower for free

Ayer en un vuelo de Alicante a Barcelona, ya tarde, unas amables azafatas paseaban un carrito de refrescos y panchitos a lo largo del estrecho pasillo del avión.
La historia no da para mucho. Ellas, con una sonrisa poco creíble, ofrecían refrescos y cacahuetes varios a los que viajábamos encajados en los asientos. Cuando llegó mi turno estuve a punto de ofrecerle, de modo muy caballeroso, que se sentase, que ya acabaría yo de ofrecer a los tripulantes de la nave espacial la comida liofilizada (si, me aburría y estaba incómodo).
En estas, le llegó el turno a un endormiscado señor de Barcelona, que despertando de su duermevela, solo acertó a contestar;

-¿Es gratis?-

A lo que la azafata con un mohín de despreció contestó:

-No-
A pesar de que en realidad pensó: -Pues claro que no imbécil-

-Entonces no gracias- Contestó somnoliento y educado.

Me hizo gracia. Primero por que exista gente que todavía espera que le regalen cosas en el avión. Y segundo por que si era gratis, si que le apetecían los sabrosos cacahuetes, pero si había que pagar por aquellas bolitas secas y saladas, no gracias.
Yo soy un amante de lo gratis. Como buen telespectador de teletienda, se apreciar una buena oferta de “algo gratis”. Y me vino a la mente mi estancia en el aeropuerto de Frankfurt.

Era yo un jovencito de 21 años, en pleno viaje, y con una espera de 4 horas por delante en dicho aeropuerto. Llegué a la sala de espera, dispuesto a dormirme o seguir leyendo, poco más, era pobre como una rata (poor as a rat) y no podía permitirme ir a comprar nada, y como iba cargado, tampoco era plan de moverme mucho. Me acomodé en la sala, era el único tarado que tenía que estar 4 horas ahí, así que pude dejar las bolsas en las butacas, e inspeccionar un poco. Para mi sorpresa, me encontré con una maquina de agua caliente, y una colección enorme de bolsitas e te de todos los sabores.
Yo no era muy aficionado al té (tampoco soy un gran consumidor hoy en dia), pero aquello amigos mios, ERA GRATIS! (y yo poor as a rat no lo olvidemos). Así que muy elegantemente me serví mi té, y me fui a tomarlo a mi asiento con el meñique levantado.



Pasaron las horas y por aburrimiento y la gratuidad del asunto seguí probando diferentes tipos de te. Como podéis imaginar, al ser gratis, los probé todos. Algunos únicamente un sorbo, lo justo para descartarlos e ir a por otro.
Para cuando empezaron a llegar los demás viajeros, yo ya esta innovando y creando nuevos sabores, mediante la mezcla de varias bolsitas en una misma taza.

Si cada té hubiese costado cinco céntimos de euro, todo eso no habría ocurrido, lo admito...