Generalmente las personas, empezamos por aprender a llamar la atención de nuestros progenitores, a base de llantos y demás monerías, más adelante aprendemos a desplazarnos (con mayor o menor acierto), e incluso llega un día en el que tenemos que aprender a hacer esa suerte de magia negra de “atarse los zapatos”. ¿Quién no se recuerda concentrado, mirando fijamente los cordones de sus zapatos cual hipnotizador de serpientes? Apretando los dientes hasta lograr hacer el puñetero lazo, y levantarse con aire triunfal, para ir a buscar a un adulto al que mostrarle nuestros zapatos atados…
En efecto, en esta vida hay que “saber hacer”. Y para ello debemos aplicar un proceso de mejor continua, de aprendizaje sobre la marcha.
Hoy, al levantarme y conocer la muerte de Michael Jackson, he pensado enseguida en la lección que nos deja Farrah Fawcett. En esta vida, hay que saber hasta cuando morirse, y nunca, nunca, hay que hacerlo en el mismo día en el que muere Michael Jackson. Por que nadie te hará ni puto caso…
En efecto, en esta vida hay que “saber hacer”. Y para ello debemos aplicar un proceso de mejor continua, de aprendizaje sobre la marcha.
Hoy, al levantarme y conocer la muerte de Michael Jackson, he pensado enseguida en la lección que nos deja Farrah Fawcett. En esta vida, hay que saber hasta cuando morirse, y nunca, nunca, hay que hacerlo en el mismo día en el que muere Michael Jackson. Por que nadie te hará ni puto caso…
¡Chúpate esa Farrah, no se juega con el rey del pop!