Hola.
No nos conocemos, así que lo mejor será que me presente.
Me llamo Alex, y tengo 32 años, aunque aparento 29. Soy de esa generación ochentera que nació en una España que aún tenía que ponerse la democracia con cinturón, porque le venía algo grande. Esa España que empezó a quitarse complejos en con las Olimpiadas de Barcelona, la Expo, la entrada en Europa y esas cosas.
A principios de los 90, por azares de la vida, me tocó emigrar junto a mi familia. Llegué a un país “tercermundista”, y me di cuenta de que mi nivel académico estaba por debajo del suyo. No te lo vas a creer, pero empezaban a aprender inglés con 3 años, y con 11 lo dominaban a la perfección. De locos.
Regresé a España para estudiar en la universidad. Siempre me habían dicho que lo mejor que podía hacer un joven, era aprender un oficio o estudiar, ¡formarse! para aspirar a un buen trabajo y una vida completa. Me dio por la ingeniería. En una universidad pública, porque mi familia es de clase media.
Al acabar la carrera me puse a trabajar, y como no sabía dónde narices acabaría viviendo, no me metí en hipotecas. Vivía de alquiler en contra de todas las recomendaciones de mis allegados, que no dejaban de decirme “estás tirando el dinero”. ¿Qué cosas, no? Pero eran los salvajes inicios del 2000, no los culpo.
Si te sirve como dato, a día de hoy no tengo casa, ni coche propio, y la única deuda que tengo con un banco fue para financiar estudios.
Pero a lo que vamos. Considero que he sido un tipo medianamente responsable, y que sobre todo no ha “vivido por encima de sus posibilidades”. No sabes cómo me cabrea escuchar a algunos políticos de determinadas sectas elitistas, o de esos que no han trabajado en su vida, repetir esa frase.
Debido a la situación del país mi vida ha cambiado. Bajó mi sueldo, han aumentado los impuestos, y un ministerio (no diré cual) ha decidido saltarse a la torera una ley, provocando que mi puesto de trabajo “ya no sea necesario”. ¿Qué cosas, no? Un ministerio saltándose una ley.
Ya que estamos en confianza te voy a confesar que no voto desde hace 8 años. Me muero de ganas de hacerlo, pero sólo a alguien que me dé la sensación de que vale la pena. Respeto la democracia y tal, pero no hay ningún partido que represente mi manera de pensar o mis valores, y aprecio demasiado mi voto como para regalarlo. Eso si, acepto los resultados que decide la mayoría, y ejerzo el derecho a queja que me da el pagar mis impuestos (todo con IVA y en regla).
Por eso cuando veo a alguno de tus colegas cuestionar si los ciudadanos protestamos demasiado, me cabreo, y me doy cuenta de que hago bien en valorar mi voto.
En resumen, me he formado, me he esforzado, he sido responsable y he cumplido siempre con las leyes (salvo alguna multa de tráfico, que he pagado sin falta). Pero aún así a mis 32 años, justo en el momento en que empiezo a sentirme un profesional válido, me veo forzado a emigrar. Emigro porque la probabilidad de encontrar un trabajo acorde a mi formación es prácticamente nula. Emigro porque la previsión de poder llevar esa vida plena de la que se me habló cuando era adolescente no existe. Emigro porque veo que los responsables de proponer soluciones os debéis a vuestros partidos y no a la gente que os vota. Emigro, y nadie emigra por placer.
No sé en qué consiste vuestro plan, si es que lo hay. La verdad es que a estas alturas ya no intento entender de qué sirve salvar a los bancos, que los partidos se tapen las vergüenzas unos a otros, o indultar a condenados por corrupción. Sólo espero que seas consciente de que como yo, mucha gente se está viendo forzada a irse, porque no os ve capaces de solucionar la situación.
Qué cosas, tanto preocuparnos, y al final resultará que romper España era esto.