Porque el mundo es bonito, hasta vomitar.

29 octubre 2010

Ain't seen nothing yet...


7AM, Plaza Catalunya, Barcelona.
Me subo al coche en medio del frío y esa penumbra rara de los días fríos. La jornada va a ser larga, me esperan a las 11 en Vielha. Tengo frío, he dormido 4 horas y estoy de malas, aviso.

7:45, Estación de servicio del Bruc.
Mi desayuno consiste en galletas rancias con chocolate, y un café con leche que parece una venganza.

9:30, En algun lugar entre Baells y Purroy de la Solana.
Me estoy sobando. Voy bien de tiempo, así que paro y me marco una siestecita reponedora.

11:00, Túnel de Vielha.
Reunión fea, descarnada, inhumana, animálica. De esas que te suben la tensión, te quitan el hambre, y sacan al pequeño dictador que hay en cada uno de nosotros (por favor amigos perroflautas, afrontadlo, todos tenemos uno).

14:00, Túnel de Vielha.
Salgo de la reunión cual centurión romano, ensangrentado, sudoroso, y victorioso. Pero de muy mala luna. Hoy no como. Monto en mi corcel blanco y tomo el camino de Barcino.
En las primeras 7 horas de mi día, he pasado frío, hambre, sueño, me he discutido, y he dormido cual homeless en el coche. A ver si la cosa mejora...

17:15, Puerto del Bruc.
Por lo visto, al ser final de mes, los amigos Mossos tienen que cubrir expediente, y ponen radares de 80 (con señales la señorita Pepis). Tengo una preciosa multa por ir a 100, en un tramo que es de... 100 km/h. Dios salve a los Mossos y al estado del bienestar.

18:45, Plaza de Les Glories, Barcelona.
Estoy sucio, cansado, de malas, multado, hambriento, somnoliento, y cagándome en la madre de algún que otro “servidor público”. Por favor, que alguien pite el final del partido, que me pegue un tiro, o que le de al botón de “pause”.

Pero no, el árbitro pita, y nos manda a los vestuarios. Solo ha sido la primera parte. (y el marcador es abultado en mi contra).
Recibo un sms: 20:30h delante del Palau de la Musica, Drexler+Delafé y Las flores azules. Y decido cambiar la dinámica del día.
Los cambios tácticos empiezan con una ducha, mientras mi equipo de música, escupe a todo volumen “You an’t seen nothing yet” de Bachman Turner Overdrive. Sin secarme del todo, y a medio vestir, enchufo la Play (3 obviously), el micro, y berreo “State of love and trust” de Pearl Jam. El piso retumba, una gaviota se ha suicidado, y a Eddie Veder le ha dado un cólico nefrítico por mi culpa, pero yo estoy como nuevo.


20:30, el Palau de la Musica, Barcelona.
Amigos, cervezas, y  concierto. Drexler canta “Fusión” y me acuerdo de un par de personitas. Cuando canta “Todo se transforma” solo pienso en mí. Delafé y Las flores azules la arman, imposible no pensar en Paulita (Z) cuando cantan La primavera, y en Eli al ver el escenario cuando cantan “El mar”. Creo que empiezo a remontar el partido.

23:30, Milano bar, Barcelona.
Risas, gin smashed basilico, y otra ronda de amigos. Aparece Jorge Drexler, lo felicitamos, fotos, autógrafos, besos y abrazos. Doy el día por empatado.

 Si, lo se, es de groupie. Pero él insistió en hacerse la foto conmigo...

2:30, Plaza Catalunya. Irónicamente el día acaba donde empezó. A veces la gente no es del todo consciente del poder que tiene sobre nosotros, y su capacidad para alegrarnos un día, que parecía perdido de antemano.
Sin duda, hoy, “el público” ha sido mi jugador número 12. Este post llega a todos ustedes cortesía de David, Meri, Miquel, un “Mosso d’Esquadra”, y ¿Por qué no? Jorge Drexler.
Para la realización del mismo solo se ha maltratado al autor.

22 octubre 2010

Saturación

Al cruzar la plaza de la catedral, y embocar el callejón dels Boters, un olor inunda el ambiente. Es avainillado, dulce hasta decir basta, y tan tentador para el estómago, como Adriana Lima para su seguro servidor. Dicho olor proviene de los gofres de una pequeña heladería, de la que no paran de salir personas con sonrisa de felicidad, y mirada de culpabilidad.
El olor, es realmente intenso.
El otro día, paseando, me dio por preguntarme como debe ser vivir en ese tramo de calle. Imagino que al cabo de un tiempo, el olfato asimila el olor a gofre. Pero seguramente ese olor enmascara a otros, y hace que no seamos capaces de percibirlos… Es, al fin y al cabo, la acción de la saturación.

 Tentador hasta la obscenidad...

Nuestros días están repletos de saturaciones. La televisión nos ha saturado de tal manera de violencia y muertes, que difícilmente levantamos siquiera una ceja al ver el enésimo atentado en Irak. El número de muertos por un atentado en un mercado, nos impresiona menos que las décimas que pueda haber subido la gasolina. Y es que, cuando ya has visto 100 veces la “misma” imagen, tu mente se satura, y decide asimilarla como algo normal.

Pasó lo mismo con el terremoto de Haití. Las imágenes nos impresionaron los primeros días, pero a la semana, las televisiones dejaron de darlas, por que ya no impactaban. De ahí a inundaciones, vertidos en ríos, y demás… Lo que ha conseguido crearnos una coraza maravillosa, con la que somos capaces de ver esas cosas con el desdén de quien ve un espectáculo de sardanas. Es feo, si… pero nos aburre. Así que pasamos a otra cosa.

 Niños volviendo a casa despues de un espectáculo pirotécnico

Sucede lo mismo con Messi, Xavi e Iniesta (y es extensible a todo el Barça actual). Estamos tan acostumbrados a verlos hacer cosas increíbles, que cada vez exigimos algo más, diferente. Ya no nos impresiona con algunas de las cosas que solo ellos saben hacer… ya las hemos visto. Como con tantas otras cosas, lo valoraremos de verdad dentro de 20 años. Cuando llevemos 15 sin ver a un equipo jugar así, y demos la brasa a hijos, sobrinos y cualquier persona animal o cosa, recordando con nostalgia melancolía y cervezas a este equipo.

También es extensible a la tecnología. Vivimos la era de los avances de la comunicación, y nos hemos acostumbrado a ello. Si hace 10 años (¡solo 10!) alguien nos cuenta lo que puede hacer un iPhone en la actualidad, no nos lo habríamos creído. No somos conscientes de ello, pero hace 10 años ¿Cuantos teníais correo electrónico? ¿Cada cuanto lo usabais? ¿mp3 portátil? ¿Teléfono con cámara? ¿Internet sin cables? Pero ahora todo nos parece banal. Que nos falle la cobertura wi-fi es tercermundista, y ya no os cuento lo que rajamos cuando una película tarda en bajarse (eso los piratas que hagáis esas cosas, claro). ¿Os recuerdo lo que era Napster, Audiogalaxy, y los inicios de e-mule?

Hace tiempo alguien me dijo que dejamos de ser niños cuando dejamos de asombrarnos por las cosas. Y creo que el ritmo con el que nos llegan las noticias y novedades, provocan que cada vez, las cosas nos impresionen menos. Excepto, claro está, el avainillado sabor de un gofre.

20 octubre 2010

¡Zas!


¡Zas!
Un día, sin saber porque, te das cuenta de cómo y cuanto ha cambiado tu vida en el último año, mes, o semana.
Relaciones, trabajo, entorno, circunstancias… Las cosas a nuestro alrededor, van cambiando, y nuestra mente las va asimilando a sorbos. Hasta que un día decide recopilar, ubicarse, y poner las cosas en contexto. Puede ser una fecha, una actividad, un reencuentro, y suena ese ¡zas! Silencioso en la cabeza…
En la última semana he tenido diversos ¡zas!, que me han llevado a recapitular bastante…

Una charla en la distancia me hizo recordar que, hace 18 años, molestaba a alguien que, con el tiempo, se convirtió en innegociable amiga y hermana.

Una boda, sumada a algunos reencuentros, me ha hecho recordar que hace 12 años, era un crapulilla adolescente, de look imposible, y cargado de prejuicios.

Un reencuentro fortuito, aleatorio y algo inverosímil, me ha llevado 10 años atrás. Una época feliz, en la que solo me preocupaba lo que me preocupaba, y nada más.

Y una fecha náufraga en el calendario, me ha llevado a 6 años atrás. Cuando pedí un beso, que no fue concedido. Pero que abrió la puerta a muchos.


Todos estos ¡zas!, me han hecho parar un segundo, y pensar en mi último año. Soy algo más pobre, pero vivo menos estresado. Solo malgasto mi tiempo de manera(s) deliciosas. ¡No espero! Y he establecido una rigurosa política de “no soportar a nadie, si no es por dinero” (en cuanto me toque el Euro-millón reformaré dicha política).

A saber en que andaré dentro de un año…

06 octubre 2010

I'm back


Tras unos años dedicado a levantar el país cada mañana, a monetizar el sudor de mi frente, a dignificarme mediante el trabajo… Este mes de septiembre, he vuelto a la universidad (sin dejar el trabajo, que no esta el horno para bollos).

Las razones son varias. Mi espíritu científico, mi alma renacentista, mi ansia de conocimientos, una vocación de formación continua y que… básicamente era el último año para cursar esa carrera sin hacerlo bajo el yugo del plan Bolonia.

Uno debe admitir, que toma este tipo de decisiones sin pensar fríamente en las consecuencias relacionadas a volver a la universidad. Madrugones, trabajos, tutorías, volver a ser “el nuevo” (y por lo tanto no popular). Pero por encima de todo, lo más entretenido de volver a la universidad a los 30, es el día en que te das cuenta que tus compañeros de clase tienen 20 años y no 24 como tu pensabas.

 Dramatización de la diferencia de edad.

Puede parecer un número banal. Al fin y al cabo, todos somos adultos, pero si te planteas que cuando ellos nacieron tu tenías 10 años. Que para cuando aprendieron a caminar tú ya jugabas con tu colita, que cuando ellos coleccionaban cromos, tú atisbabas escotes, y que cuando se tomaron su primera cerveza tú acababas la carrera (la primera). Genera un salto emocional importante. Es entonces, cuando por mimetismo, sueño, agotamiento y las infantiles e irrefrenables ansias de encajar, cambias tus hábitos y empiezas a…”comportarte como si tuvieras 20 años”.

El fenómeno es curioso a la par que bastante común. Sin darte cuenta, quieres probar ese juego de la play que te han comentado, entrenar para la carrera popular a la que la gente va a asistir, ir a ver (normalmente en horarios intempestivos) la película de la que todos hablan, e inevitablemente… vuelves a salir los jueves por la noche (juebebes). Y ahí es donde notas la diferencia más grande. A tus 30, acostumbrado a beber gin tonics, y normalmente dentro de un local... Justo en el momento en que te parece justo pagar 8 euros por un cocktail bien servido… En ese momento, das un salto mortal hacia atrás en el tiempo, y vuelves al jarabe de litrona (caguama) en plena calle. A los futbolines arrabaleros, al kalimotxo en vaso de litro, a canturrear a pleno pulmón por polígonos a altas horas, y en definitiva a trasnochar en “noche de escuela”.

 Joven renacentista 2.0

No se cuanto tardarán mis cervicales en recordarme que ya no tengo 20 años, pero la experiencia vale la pena. Ya sabéis… por aquello del espíritu científico el alma renacentista y tal…