Porque el mundo es bonito, hasta vomitar.

27 julio 2010

Complicando

Todo el universo avanza hacia una fase final de absoluta Kippelización… Philip K. Dick.
O como dijo (con otras y, muy distintas palabras) Rudolf Clausius, el universo tiende al desorden. 
Un resumen atrevido, incorrecto y, que me viene al pelo diría que, en general, nos complicamos la vida. 
No estoy seguro de que placer, o victoria encontramos en hacerlo, pero es así. Aquella pequeña mentirijilla, esa llamada nocturna (e innecesaria), ese comprobar si la vitrocerámica está realmente caliente, dar un susto a nuestra pareja, ver Redes fumado, probar un trocito de wasabi, enamorarnos de extranjeros, pegarnos los dedos con loctite… Cosas sin más explicación que la de que nos gusta complicarnos la vida. 
 Otro listo...
No somos nosotros, es el universo, el destino, Dios, lo que cada uno quiera. Pero hay algo que nos empuja a hacer las cosas más difíciles. Es lo que hace por ejemplo, que “alguien” en el ayuntamiento de Barcelona diga que reducir la velocidad a 80 en el área metropolitana, es para “reducir la contaminación” (cuando no puede demostrar que sea así). Con lo fácil que habría sido decir SIMPLEMENTE que era para reducir accidentes y mortalidad… Pero no, ese pequeño demonio interior le dijo; “Vamos, lúcete, pon algo bonito”. Y se complicó la vida. 
O decir que se quieren prohibir las corridas de toros por la crueldad con los animales, y a la vez defender barbaridades como los “toros embolados” y los "correbous", que claro, eso si es cultura, y a los animales les encanta, donde va a parar… 

Como la lumbrera que ha decidido, que el niquab (velo islámico) hay que prohibirlo por que denigra a la mujer… a ver señores, no podemos legislar sobre la suposición de que todas las mujeres que lo llevan se sienten denigradas. Alguna habrá que lo hace por voluntad, por cultura, o por pudor, y entonces ¿que le decimos a esa persona?… Cuando las suecas empezaron a hacer topless, y aquí las mujeres no lo hacían... lo prohibían los maridos, o era pudor? Qui lo sa… ¿Se prohibieron los bikinis en Suecia? NO. Con lo sencillo que es decir, que a la gente se la tiene que poder identificar por la calle. Igual que yo no puedo ir al banco con pasamontañas, o al ayuntamiento con un casco de moto… pues no se puede uno tapar con un Burka o un Niquab, o con lo que sea que no permita reconocerlo. Sencillamente por seguridad. Quitémonos de temas religiosos y suposiciones (es más sencillo).

En fin, quién soy yo para criticar a nadie, si a mi me gusta decirle al frutero que me llamo Remberto, solo para escuchar como lo pronuncia (espero no tener que pagar nunca con tarjeta). 
Pensadlo, seguro que hay mil cosas, tonterías, con las que os complicáis la vida sin motivo aparente…

22 julio 2010

Éxito

Secundino Sánchez, “Secun” para los amigos, era un tipo normal. Jamás había destacado por nada, todos sus registros se encontraban en la media, ni altos ni bajos. En la escuela sus calificaciones siempre fueron buenas, pero discretas. Nunca notables, nunca suspensos.  
 
De pequeño jugaba al fútbol, por que era lo “normal”, y tampoco ahí destacaba. Le gustaba defender, alejado de los focos del gol, que tanto ansiaban sus compañeros.
Entrado en la adolescencia, fue de los pocos que supo entender el suicidio de Kurt Cobain, al fin y al cabo -¿Quién podía querer vivir con tanto protagonismo?-.
Cuando cantaba (y sólo lo hacía solo en la ducha), se limitaba a hacer los coros y acompañamientos, nunca la letra principal. Le gustaba leer, por que esa actividad, no requería de su protagonismo, y si alguna vez necesitaba redactar algo, lo hacía con un tono neutro, llano, y casi aséptico.
Consiguió trabajo en una rama baja del funcionariado, donde a penas se requería iniciativa, y podía dedicar largos ratos al estudio de su pasión secreta, la astronomía. 
 
En definitiva, Secundino, huía de todo protagonismo. Era un eterno segundo por voluntad propia. Todo transcurría tranquilamente en su tranquila vida tranquila. Hasta que por su 30 aniversario, su familia decidió regalarle un curso de pintura al óleo. Secundino aceptó el regalo por cortesía, y a regañadientes, pero acabó asistiendo al curso. Al principio se mostró reticente a “protagonizar un lienzo”. Le parecía presuntuoso manchar el blanco hueso con sus trazos, y lo abrumaba pensar que alguien podría ver (y evaluar) su creación.
Pero poco a poco se fue soltando. Se dio cuenta de que se relajaba al sotar su brazo y su mente mientras deslizaba el pincel a su antojo. Elegía los colores casi a ciegas, tenía la sensación de intuir las necesidades del dibujo. 
 
El curso duró un mes, y en ese tiempo, Secundino tuvo tiempo de acabar cuatro cuadros, y tituló sus obras como; Sofás de montaña en Suiza, Rojo-azul-amarillo, Estadio de futbol en Murnau, y Composición 7. Su estilo era abstracto, con un toque lírico.
Sin él saberlo, la profesora del curso, organizó una pequeña exposición con los cuadros de los alumnos, y ¡Oh azares del destino! Un prestigioso galerista visitó la exposición quedando prendado de los cuados de Secun.
 
 Estadio de futbol en Murnau

Fue ahí cuando todo cambió. El galerista se empeñó en comprarle los cuadros, pero Secun se negó. La cifra ofrecida aumentaba cada día. El galerista lo perseguía por todos lados intentando comprar la colección, hasta que Secundino le regaló uno de ellos con la condición de que lo dejase en paz. La noticia trascendió, y la prensa se hizo eco del genio desconocido que rehusaba vender sus cuadros. La bola se hizo más grande, las revistas le pedían entrevistas, millonarios de todo el mundo lo contactaban para hacerle encargos o comprar sus cuadros, las ofertas lo mareaban, pero Secun declinaba educadamente todas ellas. El cuadro “Sofás de montaña en Suiza” que había regalado al galerista, alcanzó en subasta el increíbles precio de 140.000.001 $, convirtiéndose en el más caro jamás vendido… 
 
La vida de Secundino se había vuelto un infierno, su cara aparecía en todos lados, su nombre era famoso, sus cuadros deseados, su presencia requerida, y su persona admirada.
Secundino decidió acabar con todo eso del modo más discreto que supo encontrar. Una noche de miércoles, tal vez la noche más sosa de la semana, ingirió los somníferos suficientes para no despertar de esa pesadilla.
Y así fue como Secundino Sánchez abandonó este mundo, discretamente, en una oda (discreta) a su admirado Cobain. Abrumado por lo que la sociedad consideraba un éxito. 
 
Y es que el éxito, no consiste en ser el mejor. El éxito, es conseguir lo que uno quiere.

12 julio 2010

De música, goles y felicidad

La vida es el collage de los recuerdos que somos capaces de recordar, y los que no podemos olvidar. Va desde aquel juguete de la infancia, algunas primeras veces, las pérdidas, alguna que otra victoria, y aquel puñado de momentos que puede que no apreciemos en vivo, pero que quedan, quién sabe por que. 

Este fin de semana he vivido muestras de casi todo eso.
Todo empezó el jueves, con un viaje, un reencuentro, y un concierto de Rammstein. Si señoras y señores, el menda se fue, en buena compañía (la mejor para estos menesteres), al Bilbao BBK Live 2010.
Momentazo Rammstein 

No pretendo explicar cuan increíble fue el show de Rammstein, lo que sentí al escuchar a Gomez, mi sorpresa al ver a Biffy Clyro en vivo, el subidón que me dieron Gogol Bordello, como se me pusieron los pelos como escarpias al escuchar “Rooster” durante Alice in Chains, todo lo que pasó por mi mente al escuchar “Alive” the Pearl Jam (¡por fin!), mi sonrisa en el guitarreo de Feeder (y su cover de Nirvana), el ambiente en Manic street preachers, ver la cara de felicidad (y más cosas) de Carlos durante el concierto de Faith No More, ni como grité el “Are you gonna be my girl” de Jet… 



No, no os aburriré con eso. Pero me he dado cuenta de que muchas veces nos negamos el pan y la sal, escondiéndonos en el estrés, los problemas y las facturas. Y si, esas cosas existen, y están ahí. Pero este fin de semana he visto a una gran amiga decir con los ojos entornados (y una cerveza en la mano) “soy taaaan feliz en este momento” mientras bailoteaba al son de Feeder. Y sus problemas seguían ahí… O abrazarme a mi hermano con el gol de Iniesta, y creedme que él no pensaba en el trabajo, ni yo en las facturas. Éramos felices, en aquel instante y en aquel lugar. 

Se que suena a moralina barata de Disney, pero seamos sinceros, pasamos más rato quejándonos y diciendo lo malas que son las cosas, que sonriendo simplemente por que suena “Bubbles” en el Ipod.
Creo que muchas veces podemos hacer algo más para disfrutar de las cosas. Nos quejamos de que en la prensa solo venden las malas noticias, y nosotros hacemos lo mismo con nuestro día a día. 

Así que… intentemos comer bien, escuchar buena música, y sonreír, mínimo una vez al día.
¡Ah! y ¡No olviden vitaminarse y supermineralizarse!

05 julio 2010

El misterio de los lunes

El lunes es el día impopular de la semana. Es el día de la vuelta a las responsabilidades, a los horarios, a la luz del fluorescente, al reflejo del monitor, a la rutina… 
 
Antiguamente solo se descansaba el domingo, por lo que el sábado, era día laborable. En algún momento de la historia, el fin de semana se duplico (¿os imagináis el subidón que debió haber aquella precisa semana?), y el sábado, paso de ser lo que ahora conocemos como un viernes, a un día festivo. Menuda transformación. Pero el lunes no tiene miras de sufrir ese cambio de sexo de laborable a festivo. 
El lunes es el día en que miras el calendario, y te das cuenta de que aún quedan cuatro mañanas de despertador, de desayuno rápido sin tostadas y zumo de naranja. Cuatro mañanas de atascos, y de llamadas sin afecto. 
Los lunes los inventó un sádico, un tipo de esos responsables y pulcros, cargado de autodisciplina. Por que según dicen, los lunes son necesarios. Como también lo son las vacunas, los dentistas y las operaciones de fimosis. Pero seamos sinceros ¿quién prefiere esas cosas a las caricias, los músicos y la selección brasileña de voley playa? 
 
Seleccionable por Brasil, indicando cuantos dias faltan falta para el viernes
 
Pero hay gentes para las que los lunes son días de algarabía, gozo y emoción... Los amantes que escapan de la vida familiar del domingo, y se citan en una habitación de hotel al medio día. La gente sin más vida social que la del trabajo, que se fuman el fin de semana con indiferencia, a la espera de volver a su reducto social del café de máquina. Los dictadores de pacotilla, a los que solo se les “levanta” dominando a sus subordinados bajo el yugo de una nómina. Los enamorados furtivos de una mirada, que se repite en silencio, y mañana tras mañana, en el ascensor de un edificio de oficinas. Son los que, a su modo, han desenredado el misterio de los lunes, y los esperan con inconfesable deseo. 
 
Seguiré rumiando en silencio, delante de mi pantalla. Intentando encontrar la manera de que los lunes, se travistan de cualquier otro día de la semana.