Porque el mundo es bonito, hasta vomitar.

14 enero 2008

Pelos

Ayer me corté el pelo. Un acto aparentemente sin más.
Uno se corta el pelo y no espera consecuencias llamativas. La gente al verte suele afirmar con mayor o menor rotundidad, “te has cortado el pelo”, algunos le dan un deje interrogativo cuando el cambio es sutil, otros te dan una collejita amistosa, y las cosas, por lo general, no suelen ir a más. Eso, claro está, siempre y cuando no tengas el pelo largo.
Cuando tienes el pelo largo y te lo cortas, la gente empieza a comportarse de manera algo rara.En mi caso, la peluquera no las tenía todas consigo.

-¿Estas seguro de que quieres que te lo corte?-

No, he venido por el masajito capilar y para que me bailes la danza del vientre… ¡Claro que quiero que me lo cortes! ¿O crees que me gusta ponerme batines de imitación de seda?

Acabé negociando la magnitud del corte, ya que ella pretendía convencerme de que me cortase solo las puntas. Tras un debate de cerca de dos horas, logre un palmo más de lo que ella pretendía, y cinco centímetros menos de mi idea original. (En efecto, lo llevaba muy largo).

Dramatización de mi melena

Pero ahí no acaba el tira y afloja. Las peluqueras (al menos en mi experiencia), tienen una determinación insólita por, una vez cortado el pelo, ponerme potingues y secarme el pelo hasta convertirme en el doble para escenas de acción de Jackie Kennedy (o algo mas casero como Laura Valenzuela), o en su defecto, en el tercer integrante de Wham.

Mas dramatizaciones...

Al salir de la peluquería, mi costilla me mira con cara rara, y me esputa un:

-¿Pero que te han hecho en el pelo?-

Yo, acostumbrado al efecto “peinado Jackie”, pido el beneficio de la duda al menos hasta que me lave el pelo y me peine por mis propios medios.
En casa, bronca materna. Que si por que me lo he cortado, que con lo bien que me quedaba la melena, que si parezco un Beatle…


Para que negarlo, me encanta poner fotos de Wham

Y esta mañana, la prueba de fuego. Tras dos años de no tener que dedicarle a las tareas de manutención capilar, más de los 5 segundos que tardo en hacerme un moño. Resultado, he llegado 15 minutos tarde al trabajo.
Al llegar, el portero… bueno, el portero merece una aclaración aparte.

En los dos meses y pico que llevo trabajando en esta empresa, he tenido diversas tensiones con el portero, por que a su juicio, un tipo con el pelo largo no puede trabajar en esas oficinas. Razón por la cual, lleva preguntándome cada día durante los DOS MESES a que oficina voy. Siguiendo mis creencias y principios, he instaurado una política de desprecio hacia su persona (conocida en parvulitos como ley del hielo). Por lo que cada mañana, cruzo el hall ignorando sus peticiones de que me identifique bajo el pretexto de mi ipod, lo que provoca que me persiga al grito de “disculpe señor” por todo el hall, hasta llegar al ascensor. Donde cada día, finalmente me reconoce y se disculpa por el pollo montado.
Hoy ha montado el show, por que “no me reconocía” con ese peinado. Genial.

Pero lo mejor es la gente que te mira, y te dice (¿o pregunta?) con cara de asco…

-¿Te has cortado el pelo? Ayyy, me gustaba tu melena… -

Perfecto señores, meses de silencio administrativo, de pasotismo y de ausencia de loas a mi pelo, ¿y todo el mundo decide romper su silencio ahora?
¡Mal! ¡Estamos mal!
Las cosas buenas deben decirse a tiempo…

03 enero 2008

21 diciembre 2007

21 de diciembre, a eso de las 12 (nunca se si AM o PM)

Estoy de pie en la sala de graus, todo es penumbra excepto un foco que ilumina directamente mi rostro. Enfrente los tres miembros del tribunal me miran con gesto serio.
El momento soñado.
¿Lo he hecho bien? ¿Paso a la siguiente fase? ¿O será un; tienes talento, pero no sigues con nosotros?
-Este tribunal- carraspea el presidente -Ha decidido otorgarle la alta calificación de Notable-
Mi rostro se ilumina, y a la vez lo hace también la sala. Unas vedettes ataviadas con plumas zarandean sus pechugas de un modo apocalíptico, detrás de las cabezas de los miembros del tribunal, que agitan sus brazos rítmicamente de lado a lado. Una música acelerada y cargada de instrumentos de aire lo inunda todo.


La sala de graus en pleno apogeo

Abro las dos puertas de la sala de un solo golpe, y en la recepción del edificio, un grupo de señoras de la limpieza baila una coreografía cargada de saltos y malabares con los mochos. Llevaban tiempo esperando este momento, y se nota que han ensayado…
Abandono el edificio haciendo búfalos, y en el exterior la gente realiza piruetas y bailes en pareja. Un grupo de novatos de acerca hacia mi chasqueando los dedos y caminando agachados (una copia algo trapera del anuncio de coke zero, estos han ensayado menos). Me elevan y me llevan hacia la secretaría mientras yo llevo los brazos extendidos formando una cruz con mi cuerpo (la verdad es que me queda un poco “madonna” pero hay que darle glamour al show). Al llegar a la puerta del edificio principal, los novatos me bajan al suelo suavemente y desaparecen.

La secretaria jefa, sale a recibirme, y me baila un aurresku. Todo el campus la mira en silencio, el momento es de lo más emocionante. Me entrega la boina, y en su interior esta el resguardo de mi título. Lloro (soy un sentimental, lo sé).

Secretarias en pleno aurresku

Aparece en escena el rector de la universidad, que me hace agacharme, y con un suave toque de hacha en mi hombro izquierdo, me nombra Ingeniero técnico forestal.
Juro solemnemente utilizar mis nuevos poderes solo para hacer el bien. El llora, es comprensible, son muchos años.


Finalmente me alejo de la universidad montado en un árabe negro (un
caballo se entiende, malpensados), y el resto de estudiantes me despide con la mirada perdida.


21 de diciembre, a eso de las 12 (google en su infinita sabiduría dice que es PM)

-Este tribunal- sin carraspeos emocionantes -Ha decidido otorgarle la alta calificación de Notable-

Suelto un uffff... de alivio, y los tres profesores se levantan, me dan la mano y se enfrascan en la tarea de adivinar como se apaga el proyector.
Recojo mi portátil, y salgo de edificio intentando encender el móvil (entre los nervios y el frío de Lleida, un ejercicio que podría ser olímpico).

Nadie baila, que raro, yo imaginaba que la gente empalizaría más… (Yo suelo bailar siempre que alguien se gradúa).

En secretaría me dan un resguardo para ir a pagar al banco. No hay aurresku, y si 200 euros menos en mi cuenta.

Pago en el banco, y la cajera lee el motivo del importe (desorbitado importe) como si cobrase una factura de la luz (de una plantación interior de marihuana).
La secretaria me entrega el resguardo del título mientras chulea de hijo a otra secretaria. Hace caso omiso de mi inevitable sonrisa.




En la puerta del coche, me doy mi pequeño homenaje, grito como un poseso
¡A huevo putos!<abueboputooooooos> dedicado a algunos profesores.

Me alejo del campus en el coche del trabajo, mientras unos novatos me miran como si estuviese chalado por pegar ese grito.

-Que os den- en mi cabeza retumba un largo...

oooOoOouuuuuuuyeah..!!!