Porque el mundo es bonito, hasta vomitar.

11 agosto 2008

Estamos tan agostito...

El destino ha decidido atarme a mi ciudad este verano.
Hacía muchos años que nunca me había pasado esto de quedarme atrapado en la ciudad en agosto. Que si, que si, que a mucha gente le encantaría pasar aquí el verano bla bla bla... Pero es que yo ya me paso aqui el año entero.


Barrio en el que quemare mi agosto

A nivel laboral es (en argot juvenil) la tralla esto de quedarse. Todo quisqui que se precie ha emigrado, y los pocos que quedamos nos dedicamos en general al escaqueo. Con lo que estos días se convierten en una especie de duermevela vacacional. Ni estamos de vacaciones ni trabajando.

Esta situación puede llevar a situaciones curiosas como acabar jugando al buscaminas por MSN en la oficina, hacer mini concursos por el mail de la empresa, ver etapas del tour o los JJOO en la tele del despacho del jefe, o inocentes retos de beber chupitos de toner…


Pero este abandono tiene un reverso oscuro y tenebroso. Barcelona (e imagino que otras ciudades) es hoy en día un desierto funcional. Es virtualmente imposible encontrar un lugar decente donde desayunar. Esta mañana he caminado 5 calles hasta encontrar un bar étnico de la España profunda, al que en circunstancias normales no habría entrado jamás.
Técnicamente es más sencillo conseguir drogas que un yogurt griego.


Del tema cine mejor no hablar. Los estrenos de agosto son para llorar, o directamente echar mano de las drogas que consigues al buscar yogurts…


La sorpresa agradable del verano ha sido María Pagés. No soy fan de la danza pero el espectáculo en directo de “Sevilla” fue impresionante ¡pa mear y no echar gota señores!
Música y cante en directo. Flamenco fusionado con tango, contemporáneo y clásico. Fue curioso y divertido escuchar olés en el Liceu, con lo dado que es él a comportamientos burgueses de la alta Barcelona. Bueno a eso y a quemarse…