Secundino Sánchez, “Secun” para los amigos, era un tipo normal. Jamás había destacado por nada, todos sus registros se encontraban en la media, ni altos ni bajos. En la escuela sus calificaciones siempre fueron buenas, pero discretas. Nunca notables, nunca suspensos.
De pequeño jugaba al fútbol, por que era lo “normal”, y tampoco ahí destacaba. Le gustaba defender, alejado de los focos del gol, que tanto ansiaban sus compañeros.
Entrado en la adolescencia, fue de los pocos que supo entender el suicidio de Kurt Cobain, al fin y al cabo -¿Quién podía querer vivir con tanto protagonismo?-.
Cuando cantaba (y sólo lo hacía solo en la ducha), se limitaba a hacer los coros y acompañamientos, nunca la letra principal. Le gustaba leer, por que esa actividad, no requería de su protagonismo, y si alguna vez necesitaba redactar algo, lo hacía con un tono neutro, llano, y casi aséptico.
Consiguió trabajo en una rama baja del funcionariado, donde a penas se requería iniciativa, y podía dedicar largos ratos al estudio de su pasión secreta, la astronomía.
Entrado en la adolescencia, fue de los pocos que supo entender el suicidio de Kurt Cobain, al fin y al cabo -¿Quién podía querer vivir con tanto protagonismo?-.
Cuando cantaba (y sólo lo hacía solo en la ducha), se limitaba a hacer los coros y acompañamientos, nunca la letra principal. Le gustaba leer, por que esa actividad, no requería de su protagonismo, y si alguna vez necesitaba redactar algo, lo hacía con un tono neutro, llano, y casi aséptico.
Consiguió trabajo en una rama baja del funcionariado, donde a penas se requería iniciativa, y podía dedicar largos ratos al estudio de su pasión secreta, la astronomía.
En definitiva, Secundino, huía de todo protagonismo. Era un eterno segundo por voluntad propia. Todo transcurría tranquilamente en su tranquila vida tranquila. Hasta que por su 30 aniversario, su familia decidió regalarle un curso de pintura al óleo. Secundino aceptó el regalo por cortesía, y a regañadientes, pero acabó asistiendo al curso. Al principio se mostró reticente a “protagonizar un lienzo”. Le parecía presuntuoso manchar el blanco hueso con sus trazos, y lo abrumaba pensar que alguien podría ver (y evaluar) su creación.
Pero poco a poco se fue soltando. Se dio cuenta de que se relajaba al sotar su brazo y su mente mientras deslizaba el pincel a su antojo. Elegía los colores casi a ciegas, tenía la sensación de intuir las necesidades del dibujo.
Pero poco a poco se fue soltando. Se dio cuenta de que se relajaba al sotar su brazo y su mente mientras deslizaba el pincel a su antojo. Elegía los colores casi a ciegas, tenía la sensación de intuir las necesidades del dibujo.
El curso duró un mes, y en ese tiempo, Secundino tuvo tiempo de acabar cuatro cuadros, y tituló sus obras como; Sofás de montaña en Suiza, Rojo-azul-amarillo, Estadio de futbol en Murnau, y Composición 7. Su estilo era abstracto, con un toque lírico.
Sin él saberlo, la profesora del curso, organizó una pequeña exposición con los cuadros de los alumnos, y ¡Oh azares del destino! Un prestigioso galerista visitó la exposición quedando prendado de los cuados de Secun.
Sin él saberlo, la profesora del curso, organizó una pequeña exposición con los cuadros de los alumnos, y ¡Oh azares del destino! Un prestigioso galerista visitó la exposición quedando prendado de los cuados de Secun.
Estadio de futbol en Murnau
Fue ahí cuando todo cambió. El galerista se empeñó en comprarle los cuadros, pero Secun se negó. La cifra ofrecida aumentaba cada día. El galerista lo perseguía por todos lados intentando comprar la colección, hasta que Secundino le regaló uno de ellos con la condición de que lo dejase en paz. La noticia trascendió, y la prensa se hizo eco del genio desconocido que rehusaba vender sus cuadros. La bola se hizo más grande, las revistas le pedían entrevistas, millonarios de todo el mundo lo contactaban para hacerle encargos o comprar sus cuadros, las ofertas lo mareaban, pero Secun declinaba educadamente todas ellas. El cuadro “Sofás de montaña en Suiza” que había regalado al galerista, alcanzó en subasta el increíbles precio de 140.000.001 $, convirtiéndose en el más caro jamás vendido…
La vida de Secundino se había vuelto un infierno, su cara aparecía en todos lados, su nombre era famoso, sus cuadros deseados, su presencia requerida, y su persona admirada.
Secundino decidió acabar con todo eso del modo más discreto que supo encontrar. Una noche de miércoles, tal vez la noche más sosa de la semana, ingirió los somníferos suficientes para no despertar de esa pesadilla.
Y así fue como Secundino Sánchez abandonó este mundo, discretamente, en una oda (discreta) a su admirado Cobain. Abrumado por lo que la sociedad consideraba un éxito.
Secundino decidió acabar con todo eso del modo más discreto que supo encontrar. Una noche de miércoles, tal vez la noche más sosa de la semana, ingirió los somníferos suficientes para no despertar de esa pesadilla.
Y así fue como Secundino Sánchez abandonó este mundo, discretamente, en una oda (discreta) a su admirado Cobain. Abrumado por lo que la sociedad consideraba un éxito.
Y es que el éxito, no consiste en ser el mejor. El éxito, es conseguir lo que uno quiere.
4 comentarios:
Y ora resulta que, además de llevar por segundo nombre Peligro, hasta escribes cuentos y toda la cosa. Me quito el sombrero ;-)
jajajaja llamarle cuento a esto es sobrevalorarlo! (pero muchas gracias!)
Es un rato de aburrimiento en la oficina... ay... que ganas de vacaciones!
¿Esto es autobiográfico y eres el alter-ego de Lady Gaga?
Palabra de verificación: PURETA
jajaja no, no tiene nada de autobiográfico.
Es solo que a veces te das cuenta de que nos engañan con esto del éxito… No se quien dijo que la felicidad está en la mediocridad (igual un ministro del PSOE, pero me suena a que fue un sabio chino).
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